jueves, 12 de agosto de 2010

SOMOS REALMENTE CONSIENTES DE ESTO?(part 1)

Son ciento veintiún años desde el primero de mayo de 1886. En Estados Unidos de Norteamérica, la historia oficial ignora o minimiza la importancia y sentido de las acciones heroicas hasta la muerte, que realizaron en Chicago los trabajadores, en su mayoría inmigrantes, por la reducción de la jornada laboral a ocho horas y el mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros.

Ocultar, con el olvido, el crimen de asesinar a los hombres por sus ideas, no borra la vergüenza de acto tan despreciable. Por ello el mejor tributo que podemos ofrendar a los gestores de una de las luchas más trascendentales por la reivindicación de los derechos de los trabajadores, es refrescar la memoria histórica y recuperar su valor, sobre los hechos y su significado.

SITUACIÓN DE LOS OBREROS
La Guerra de Secesión (1861-1865) conlleva varios resultados para los trabajadores en EE.UU. Se producen grandes cambios socioeconómicos. El desarrollo de las fuerzas productivas consolida el gran capital; no obstante, entre las décadas de los setenta y ochenta, como resultado de la crisis de sobreproducción, se ocasiona la Gran Depresión que, sumada a la automatización de las labores específicas, provocó desempleo, disminución del salario y mayor explotación. “El exceso de mano de obra en los mercados de trabajo siempre ha debilitado las posiciones de quienes la ofertan garantizando las de quienes la compran” (A. Galkin).

Las injustas condiciones de sobreexplotación, el hambre y la incertidumbre repercutieron en la toma de conciencia y en la unidad del proletariado norteamericano. “El empleo asegurado y constante es una excepción” –dice el periódico obrero The Alarm– “el número de desempleados comprendidos los del agro ascendió a 3 millones, estos norteamericanos son libres de verdad! Pueden pasar hambre libremente, pueden mendigar libremente, pueden incluso morir de hambre, pero no son libres de hacerse ni siquiera esclavos”. Una familia necesitaba para malvivir 755 dólares por año, pero su ingreso era de apenas un poco más de 500. Trabajando 16 y 18 horas diarias un minero de Pennsylvania ganaba entre 2 y 2,7 dólares por día. Las condiciones se empeoraban por la inmigración y la concentración de la población en las grandes ciudades.

A estos hechos se añade la ausencia de una legislación laboral y de derechos políticos para los obreros, por lo tanto no tenían ningún peso en las decisiones de gobierno. En estas circunstancias bregaban por organizarse. En Europa soplaban vientos renovadores. Las nuevas ideas. El Manifiesto Comunista, la esperanza de liberación del proletariado. La experiencia de la Comuna de París. Sucesos que en las tierras nacientes alentaban los sueños proletarios. Chicago se convirtió en una ciudad de extranjeros: alemanes, irlandeses, bohemios, polacos, franceses, rusos. Aunque sus orígenes eran de pobreza, llevaban una llama visionaria. Un proletario se describió: “Bárbaros, salvajes, anarquistas ignorantes, analfabetos de Europa Central, hombres que no pueden comprender el espíritu de las instituciones americanas libres; de ellos soy uno”.[...]

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